Se equivocaba, afortunadamente, nuestro amigo Amador Palacios en el prólogo a Los prodigios del amor, la obra poética que Jorge dio a conocer tras Los trabajos de la muerte, al suponer que su autor quizá no añadiría más títulos a tan perfecto díptico, habiendo de-jado ya tan claramente expuestas en dichos volúmenes las dos ca-ras de esa misma y misteriosa realidad ante la que, inevitablemen-te, hemos de posicionarnos todos durante nuestro fugaz paso por el mundo. Sabemos que ha de llegar el día y la hora en que dejaremos de existir. Por más que hayamos creído experimentar en algunas oca-siones muy diversas maneras de estar (de sentirnos, al menos) muertos en vida, solo en ese instante concreto tendrá lugar el de-finitivo adiós. Hasta entonces, habrá sido el amor, en permanente proceso de aprendizaje, el principal responsable de la compleja relación intelectual y emocional que a lo largo del tiempo hayamos podido establecer con cuanto nos rodea. Y Jorge Dot nos ofrece en esta nueva entrega el fruto de su investigación en torno a uno de los pilares que, junto al deseo, sostienen tan apasionada y apa-sionante estructura.En el centenar de poemas que integran El placer vamos a en-contrarnos con un amplio repertorio de testimonios que dan fe de las múltiples razones que por sí solas se bastan para provocar, aunque sea de manera provisional, esta sorprendente, siempre bienvenida, original, íntima e inmensa satisfacción. Por una parte, como las palabras suelen tropezar y quedar atra-padas en la tupida red de los afectos, parece lógica la desconfianza ante cualquier análisis de los mismos que contamine lo que no debiera ser sino sacudida directa, festín de los sentidos, puro goce carnal.«La realidad del placer / No son los circunloquios del amor / Sino besarte / Y hundirme en ti / Y acariciarte».Pero, por otro lado, Cuando te adentras en la desventura del desen-cuentro, cuando resulta evidente «La ingrata amargura de la sepa-ración / Y la falsa esperanza del amor / Que no regresará», ¿cómo no comenzar a trabajar en el diseño de estrategias que hagan posi-ble levantar una otra «realidad» que, aunque de muy diferente na-turaleza, pueda también desembocar en un placentero resultado? Jorge Dot, después de analizar a fondo la materia aquí tratada, ha redactado para nosotros algunas de las medidas alternativas con las que cree posible ponerle fin a tal desasosiego:«Suspende el deseo / Y verás brotar ante ti / La gloria del pla-cer».«Imagina la belleza / Y obtén de tu pensamiento /El placer de la contemplación».Quizá pueda parecernos un frágil consuelo el que ofrece este placer que no es consecuencia directa de haber satisfecho un pri-mitivo deseo, pero ¿no supone, realmente, la elaboración de todo deseo un derroche de imaginación? ¿No lo exige también el objeto sobre el que depositamos nuestro caprichoso entusiasmo, mientras este se mantiene en el tiempo? ¿No es la belleza causa y a la vez efecto de todo deseo? Comparto plenamente con el autor de El placer la convicción de que la realidad acabará por parecerse a como uno la imagina, si bien no ha de ser tarea fácil para nadie alcanzar con éxito un obje-tivo tan ambicioso.«Luce en el dolor / El arpa del placer». «El dolor de sentirse solo / Solo se compensa / Con el placer de saberse solo /Único».Sabernos únicos es sin duda un requisito fundamental, pero no suficiente argumento con el que alcanzar una vida plenamente satisfactoria. Conviene no olvidar que se trata de una característi-ca universal, tanto de quien observa como de todo lo observado. No es sino una particularidad que compartimos hasta con la más pequeña brizna de hierba dentro del misterioso mecanismo que mueve el mundo y para cuyo óptimo engranaje todos y cada uno resultamos piezas fundamentales e insustituibles. Aire, agua, nubes, estrellas, luna, alba, ocaso, álamo, olivo, pa-rra, flores, mies, zarapito, herrerillo, gaviotas… son algunos de los compañeros de viaje que desde la pequeña población de El Olivar vienen a visitar estas páginas, pero bien podrían ser otros, pues no hay nada en la Naturaleza, a juicio del autor, que resulte insignifi-cante o innecesario para gozar y llenar plenamente de sentido nuestra existencia. La verdadera sabiduría no consiste en preten-der (inútilmente) descubrir el misterio que envuelve y es la vida, sino confiar y participar en él sin miedo alguno: «Las raíces que no vemos / Sostienen el mundo». Todo parece estar incomprensible pero felizmente en conexión, como señalaba Baudelaire en el so-neto Correspondencias, del que tomo (en versión de Ana María Moix) su primer cuarteto:«La Naturaleza es un templo donde vivos pilaresdejan brotar, a veces, palabras confusas;el hombre las cruza entre bosques de símbolosque le observan con ojos familiares.»Una familiaridad de la que Dot es sin duda beneficiario, y a la que tan generosamente parece empeñado en sumarnos a través de las potentes imágenes que, como en este ejemplar haiku, nos ofre-ce: «Sobre el olivo / Sola la luna canta / Placer del alba».Le agradezco a mi querido amigo la invitación a acompañarle en la presentación de sus nuevos poemas, plenamente inspirados todos ellos y acordes con la poética unamuniana, que siempre exi-ge la máxima profundidad y reciprocidad entre pensamiento y sentimiento.A la espera de futuras entregas (pues soy conocedor de la in-mensa obra que a día de hoy mantiene inédita el autor), preparé-monos ya para disfrutar de ésta que hoy pone el azar en nuestras manos, con la total garantía de una más que provechosa y placen-tera lectura.Agustín Porras
Este poemario, compuesto por cien poemas breves, trata de mostrar la experiencia del placer a partir de la emoción, del deseo, del sueño, de la contemplación de la naturaleza, del sentimiento y pensamiento alrededor del amor y de su correspondencia…El dulcísimo placerDe morir en brazos del amorQue un día probaré En tus besos lo presiento